Primer saludo a los fieles del Obispo electo de Asidonia-Jerez

Trasladamos el texto íntegro del comunicado remitido por la Delegación Diocesana de Enseñanza.

¡Paz a vosotros!

El pasado 23 de mayo, Domingo de Pentecostés, día grande de las Fiestas en honor de Ntra. Sra. de
los Ángeles, Patrona de la Diócesis de Getafe, el Nuncio Apostólico me comunicó en nombre del
Papa Francisco el nombramiento como obispo de la diócesis de Asidonia-Jerez. Refiere el libro de
los Hechos de los apóstoles que los discípulos y apóstoles perseveraban en oración junto a la Virgen
María cuando, el día de Pentecostés, se llenaron del Espíritu Santo; Pedro entonces se puso en pie y
levantó la voz: dio testimonio de Jesús el Nazareno anunciando su muerte y resurrección; traspasó
con sus palabras el corazón de quienes le escuchaban y con santa audacia los llamó a la conversión.
Nacía así la Iglesia, en misión. Como en aquel primer Pentecostés, en la voz del Sucesor de Pedro he
reconocido el empuje del Espíritu Santo que me lleva a la Diócesis de Asidonia-Jerez para dar
testimonio de Cristo Resucitado, llamar a la conversión y seguir impulsando con toda la Iglesia una
nueva etapa evangelizadora.

Desde la joven diócesis de Getafe voy a la también joven diócesis de Jerez a tomar el testigo en la
sucesión apostólica. Por eso, mi recuerdo se dirige agradecido, en primer lugar, al Sucesor de Pedro,
el Papa Francisco, por confiarme esta nueva tarea. Con Pedro y bajo Pedro, en comunión con mis
hermanos obispos, asumo esta misión con la confianza puesta en el Señor y en mi Madre la Iglesia.
Mi agradecimiento se dirige, en segundo lugar, a quienes me han precedido en el ministerio
apostólico: a don Rafael Bellido, primer obispo de la restaurada diócesis de Asidonia-Jerez, que hizo
de su lema episcopal (“servir a Dios con alegría”) un estilo de ejercicio pastoral; al muy querido y
recordado don Juan del Río, discípulo entusiasta de san Juan de Ávila, que ha dejado profunda huella
con el testimonio siempre alegre de su vida y de su muerte; y a mi inmediato predecesor don José
Mazuelos, tiempo atrás compañero romano de estudios, que ha hecho crecer lo que otros sembraron
y ha seguido sembrando con dedicación ejemplar la semilla siempre viva del evangelio, puesta la
mirada en Jesucristo Redentor de los hombres. Mi gratitud sincera también a don Federico Mantaras
que ha cuidado con sabia prudencia, como Administrador diocesano, la diócesis en este último curso,
especialmente complejo por la situación de pandemia que aún padecemos. Reconozco y valoro el
buen trabajo de mis predecesores, consciente de incorporarme a un cauce de rica vida eclesial con la
misión de recibir, custodiar y acrecentar con la Gracia de Dios lo que nuestros mayores nos han
legado.


Dirijo mi saludo lleno de afecto a mis hermanos sacerdotes, colaboradores inmediatos del ministerio
episcopal. Con ellos, saludo también a diáconos y seminaristas. Nada puede el obispo sin su
presbiterio. Os pido que me recibáis con paciencia, que me ayudéis a ser vuestro obispo, de modo
que, juntos, en la familia del presbiterio, seamos amor del Corazón de Cristo para nuestro pueblo.
Saludo de todo corazón a las personas consagradas que, en la diversidad de carismas, embellecen la
Iglesia: las de vida activa y las contemplativas. Confío en unas y otras para que la Iglesia muestre
toda su belleza y radicalidad: unas llevando el bálsamo de la misericordia divina a nuestros
contemporáneos, especialmente a los más heridos por la adversidad; otras sosteniendo con su vida
escondida en Cristo la evangelización; todas recordándonos con su consagración que hemos sido
creados para el Cielo.


Recibid, en fin, mi afecto entrañable todos los fieles laicos, llamados a ser luz del mundo y sal de la
tierra en el cumplimiento responsable de las tareas temporales. El mundo necesita el testimonio de
vuestra vida santa para sanar las heridas de nuestro mundo y compartir con todos la alegría de creer.
Cuento con todos vosotros, fieles laicos de las parroquias y hermandades, de movimientos y
asociaciones de fieles, para hacer que nuestra diócesis sea cada día más sinodal, según la reiterada
petición de nuestro Papa Francisco, es decir, para que todos caminemos juntos como verdadera
familia diocesana, en la familia grande de la Iglesia Católica.

Mi saludo cordial se dirige también a las autoridades civiles, a quienes expreso mi deseo sincero de
una colaboración respetuosa en la búsqueda conjunta del bien común y en la construcción de una
sociedad más fraterna.


De los fieles de la Diócesis de Getafe, con el permiso de don Ginés, no me despido. No puedo. Me
habéis arrebatado el corazón. Poniendo mi confianza en el Sagrado Corazón de Jesús, os pedí hace
casi nueve años que me ayudarais a ser vuestro obispo auxiliar. Me habéis ayudado infinitamente más
de lo que nunca podré y sabré agradecer. Ahora vuelvo a experimentar el desgarro que como sacerdote
he vivido en otros traslados. Es el momento de hacer, de las lágrimas, oración. Sé que vuestro afecto
me seguirá sosteniendo y seguiré contando con vuestra ayuda y plegaria. Contáis para siempre con la
mía.


Pongo mi ministerio episcopal en manos de la Inmaculada Concepción, Patrona de la Diócesis de
Jerez, a la vez que acudo a la intercesión de su Patrono, san Juan Grande, para que en el cumplimiento
de la tarea que ahora la Iglesia me encomienda solo busque la mayor gloria de Dios y la santificación
de los fieles que me son confiados. Pedid al Señor que me conceda ser vuestro obispo al estilo de san
José: enamorado siervo de María Santísima, custodio del Redentor, trabajador servicial y padre en la
sombra.


Con mi bendición y afecto, en Cristo y María,


En Getafe, a 9 de junio de 2021
Memoria litúrgica de san Efrén el Sirio

José Rico Pavés
Obispo electo de Asidonia-Jerez

Imagen: https://wp.diocesisdejerez.org/2021/06/09/monsenor-d-jose-rico-paves-nuevo-obispo-de-asidonia-jerez/