Nació el 27 de marzo de 1797 en una provincia francesa de Borgoña; en plena revolución Francesa, por esfue bautizado clandestinamente, con el nombre de Juan Bernardo. Sus padres fueron Bernardo y Reina; personas honradas y cristianos ejemplares. El padre tenía la dura profesión de tallador de piedra. Los primeros estudios de Juan Bernardo fueron adquiridos a base de muchos esfuerzos, por la enseñanza desorganizada que existía a causa de la revolución.
En sus primeros años de juventud ayudó al maestro de su aldea. Más tarde, el párroco le encaminó hacia los Hermanos de las Escuelas Cristianas (nombre oficial de los Hermanos de La Salle). A los 25 años de edad entró en el Noviciado de los Hermanos. Al tomar el Hábito religioso le pusieron el nombre de Hermano Escubilión – nombre de un santo monje normando del siglo VI –. A la salida del Noviciado dará clase en escuelas humildes durante diez años. En 1833, el Ministerio de Marina y de Colonias, pide Hermanos para las misiones de la isla de La Reunión. Tres Hermanos voluntarios embarcaron; uno de ellos era el H. Escubilión; la travesía duró 84 días.
En la isla de la Reunión estuvo al servicio de los niños: los de la población libre, ya que los esclavos – más de la mitad de los habitantes – no tenían derecho a la instrucción, ni siquiera al catecismo. Los esclavos sólo contaban para el trabajo, eran vendidos y comprados como animales, no tenían derechos, eran sólo “cosas”. El H. Escubilión optó por enseñar a estas clases marginadas. Poco a poco suprime la distancia entre él y esos
esclavos, para explicarles que ellos también son hijos amados de Dios. Se dirige a los más pobres, buscándolos en las plantaciones de café y de caña de azúcar; en ellas había un ejército de esclavos. Su vocación será ser catequista de esclavos. Se ganará a los amos para que le permitan
enseñar a los esclavos de su propiedad.
El H. Escubilión es glorificado por los habitantes de la isla de La Reunión y por la Iglesia que lo declaró Beato. El H. Escubilión puede ayudarnos a adquirir una sensibilidad ante la justicia. Es el hombre de paz y reconciliación entre todos, pero con preferencia entre los pobres. Es él “esclavo de los esclavos”. Murió en la isla de La Reunión el 13 de abril de 1867. El 2 de mayo de 1989 fue BEATIFICADO por Juan Pablo II en dicha isla.
De la «Homilía de Juan Pablo II para la beatificación del Hermano Scubilion Rousseau».
AAS LXXXI, 1989, p. 138-1243
El H. Escubilión se preocupó por la dignidad del ser humano. Le gustaba catequizar: Fue luz como quería Cristo: “Vosotros sois la luz del mundo”. Se dejó iluminar por Jesucristo e iluminó a los demás con la luz de Jesucristo, con su ejemplo y con su catequesis entre los esclavos.
Como buen educador le gustaba catequizar con coraje y conseguía impartir sabrosas lecciones de catecismo. Vivió el amor al prójimo: en toda persona supo ver la imagen y la semejanza con Dios. Siguiendo las huellas de San Juan Bautista de La Salle, manifestó una inmensa ternura hacia aquellos que le eran confiados. Les ayudó a perdonarse mutuamente, a dar un sentido a la propia vida, a caminar hacia la esperanza, demostrando gran
compasión por sus hermanos necesitados. Practicó la caridad al estilo del Apóstol Pablo: “La caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no se
hincha, no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera” (Icor.13,4-7) Jesús elogia por adelantado a todos los educadores con las dotes del H. Escubilión: “El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el reino de los cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, será grande en el reino de los cielos” (Mt. 5,19)
En cuanto a vosotros, queridos jóvenes, vuestro corazón no tiene fronteras y queréis amar. Tenéis razón pues la vida sin amor no tiene ningún fin. Dejad que Jesucristo os coja de la mano; no os abandonará, pues desea acompañaros hasta el final del amor. Buscad vuestra vocación; vocación al matrimonio cristiano, vocación religiosa o sacerdotal. Aprended a respetaros y a sosteneros, a fin de construir un mundo en él haréis triunfar los valores de la alabanza a Dios y del servicio a los hombres, valores de la ternura y del compartir, de la justicia y de la paz, de la solidaridad y de la responsabilidad.
El sol se levanta y después desaparece: la luna se levanta y después desaparece; sin embargo, vosotros sois la luz que no se extingue.
En la senda del H. Escubilión, como él, construid vuestra vida sobre el misterio de la cruz, sobre la Eucaristía, sobre la devoción a María Reina de los Apóstoles
Fuente: www.lasalle.org