El día 1 de noviembre se celebra una gran fiesta, la fiesta del AMOR por excelencia en nuestra Iglesia; ser santo es amar de verdad. Pero el amor no es algo exclusivo del pasado ni del futuro, lo es también del presente: por tanto, hoy es la fiesta de los que murieron amando y también de los que pasan hoy por la vida siendo testigos del amor.
En el momento actual, urge retomar la senda de la bondad, la lucha por la justicia y el amor que Jesús enarboló en el Sermón de la Montaña con las Bienaventuranzas:
«En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»
Mateo 5,1-12a